Uno de cada cuatro jóvenes de entre 15 y 24 años en México no estudia ni trabaja, por arriba de la proporción de otros siete países en América Latina, expuso un informe realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), de la mano del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).
El problema no se queda ahí porque tiene un componente de género: ocho de cada 10 ninis (jóvenes que no estudian ni tienen un empleo remunerado) son mujeres y la mitad de ellas tienen hijos, apuntaron los editores de “Millenials en América Latina y el Caribe”, durante la presentación del libro.
Carmen Pagés, jefa de la división de mercados laborales del BID, apuntó que esta generación es una de las últimas del bono demográfico y por ello es prioridad generar políticas públicas a fin de que no se desperdicie, uno de los primeros pendientes es cerrar las brechas de competencia entre lo que requieren los empleadores y los jóvenes que buscan empleo.
Rafael Novella, integrante también del BID, explicó que contrario a lo que se piensa un tercio de los ninis en la región buscan activamente empleo en un mercado de pocas oportunidades y el resto se dedica a actividades no remuneradas.
No obstante, la mayoría de los jóvenes no tienen la preparación que piden los mercados laborales; uno de cada cinco habla inglés de manera fluida y dos de cinco no puede resolver un problema matemático sencillo.
Sin embargo, hay amplias expectativas, 85 por ciento de los jóvenes en la región esperan terminar una carrera universitaria, a pesar de que la cobertura alcanza apenas para 40 por ciento.
El proyecto se realizó con 15 mil jóvenes de Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Haití, Paraguay y México; más allá del diagnóstico, recomienda a los Estados generar programas de trabajo a la par de la industria.
En este contexto, el programa Jóvenes Construyendo el Futuro fue calificado de “oportuno y con potencial», pero no es suficiente para resolver el problema de los jóvenes sin empleo, pues presenta varios poros que se pueden afinar para atender las necesidades de la población y no quede en simulación, señaló el CEEY.
Entre los pendientes, destaca la atención a las desigualdades de género, blindar la operación del programa, fortalecer su eficiencia garantizando que es un programa temporal y que su operación se coordine con el Sistema Nacional de Empleo (SNE) y el Instituto Nacional de la Juventud (Injuve) para que quienes entren a este programa de becas también puedan insertarse en el mercado laboral de manera formal.
Además, el riesgo más incisivos recae en que puede dar a la simulación y abusos de las empresas para sustituir empleos formales por estos de capacitación, indicó el CEEY en un informe sobre la política pública.
Con información de La Jornada.