Investigadores de Arquitectura y Antropología de cuatro instituciones de educación superior de México y Ecuador señalaron que la urbe debe sentirse como un colectivo vivo.
La Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), a través de la Facultad de Filosofía (FFi) fue sede del tercer Foro Internacional “Arquitectura y Antropología: habitar la Ciudad. Pasos, Relatos e Imágenes”, que reunió a especialistas del Tecnológico Nacional de México-Querétaro plantel Norte, la Universidad Politécnica de Cataluña y la Universidad de Cuenca, Ecuador, con el objetivo de analizar la manera en la que se reside en la metrópoli a partir de la discapacidad.
Al dictar la conferencia “La ciudad más allá de lo visual: hacia una antropología multisensorial del espacio urbano”, el antropólogo de Cuenca, Dr. Israel Idrovo Landy, invitó a la gente a relexionar sobre qué pasaría si, al recorrer las localidades, cerráramos los ojos y dejáramos que nuestra marcha las revelara por medio del tacto, el sonido o el olor del aire y qué descubriríamos si, en vez de mirar, aprendiéramos a percibir ese territorio.
Con base en su trabajo etnográfico con personas ciegas en Ecuador, el conferencista aclaró que la discapacidad no puede asimilarse como un déficit, sino como una manifestación del potencial del ser humano y una fuente de entendimiento respecto al estar. Explicó que la vida urbana se construye en código óptico: los anuncios, el tránsito y la arquitectura dependen casi por completo de la vista y caminar estos núcleos es crear comprender, además de sincronizar el movimiento con la memoria.
Dijo que los individuos ciegos muestran que las calles pueden experimentarse mediante una clave sensible, donde el tacto, el oído, el olfato y el gusto son modos de conocimiento, porque ver es tocar y tocar es ver con proximidad, debido a que los sentidos prolongan la percepción. Asimismo, afirmó, el cuerpo no es una frontera entre lo individual y el mundo, más bien es un flujo que los une, ya que —en palabras del Arq. Juhani Pallasmaa— habito en la ciudad y la ciudad habita en mí.
El también coordinador de la Maestría en Antropología de lo Contemporáneo de la Universidad de Cuenca abundó que escuchar con la piel, oler el momento o reconocer un sitio por su eco son formas de residir que revelan una relación encarnada con cada lugar. Agregó que el bastón blanco orienta y traduce los ambientes. Del mismo modo, los demás órganos sensoriales consiguen marcar el paso del tiempo o guiar la memoria.
El Dr. Idrovo Landy puntualizó que las impresiones corporales contribuyen a un mapa sensitivo, una ecolocalización en la que sonidos, texturas y olores sustituyen a la visión. Las ciudades, resaltó, perdieron parte de su eco a causa de que el ruido constante ciega los oídos; y las vialidades amplias y los interiores sellados borran la resonancia del área. Recuperarla, propuso, es una tarea política y poética, como si fuera un organismo vivo que responde a nuestra presencia.

