A Bobby Kennedy le tocó recibir la noticia del asesinato de Martin Luther King en un mitin en un barrio afroamericano, en plena campaña a la Presidencia de EU.
No huyó. No se disculpó por miedo a la violencia. Se plantó con dignidad y habló de La Paz, de sanar a una nación dividida. Habló de construir un país justo, en donde las coincidencias fueran el fundamento del futuro.
La gente le aplaudió y lloró, conmovida. Evitó la violencia y alejó el odio.
Hoy, en México, tenemos a un Presidente incapaz de llamar a la concordia. Un Presidente que prefirió evadir al griterío en vez de imponerse como figura de unidad. Un Presidente que le tuvo miedo a mostrar respeto por sus adversarios políticos, por que es incapaz de ver más allá de colores partidistas. Un Presidente, finalmente, que le echa la culpa a otros (las redes sociales) de su indecisión y cobardía. Y *un Presidente que prefiere seguir colocando adjetivos peyorativos a sus adversarios, seguir victimizándose, que convertirse en un Jefe de Estado.*
Somos México. Y AMLO no está a la altura. (J. Óscar Rivas)