A raíz de una propuesta en el senado impulsada por las legisladoras morenistas Ciltlalli Hernández, Jesusa Rodríguez y Martí Batres, el perro mexicano Xoloitzcuintle podría convertirse en la nueva mascota de la Ciudad de México.

En su columna publicada en el periódico El Universal, Martí Batres argumentó que por ser un símbolo de resistencia ante los efectos de la colonización de los pueblos originarios de México, el Xoloitzcuintle merece un lugar destacado en la capital mexicana que alguna vez fue Tenochtitlán, el centro político y religioso de mesoamérica antes y después de la conquista española.

Este cánido endémico de México es apreciado por su aspecto peculiar, puesto que en la mayoría de los casos no cuenta con un pelaje que cubra su oscura piel. Los xoloitzcuintles con pelo nacen una proporción de 2 a 10, según explica el criadero de dicha raza Xolos Tarango.

De hecho, la palabra xoloitzcuintle proviene del náhuatl “xólotl” que significa extraño, deforme, e “itzcuintli”, que se traduce como perro.

Es por esta razón que el Xoloitzcuintle se convirtió en un animal de compañía para los aztecas. El acompañamiento de este can lampiño trascendía además a la vida terrenal, según cuenta la mitología espiritual nahua, ya que en el último obstáculo que atraviesan las personas en su camino al Mictlán, será su perro el que les guíe por el buen camino. Su figura, por lo tanto, se vuelve especialmente relevante durante el festejo tradicional del Día de Muertos.

Tras el proceso de conquista y colonia, las festividades y rituales del mundo nahua sufrieron algunas transformaciones como resultado de la asimilación de algunos aspectos de la cultura española. Así lo explicó  el historiador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Sergio Ángel Velázquez: “cuando irrumpe la llegada de los españoles con su propio bagaje cultural y se mezcla con el de los indígenas. La tradición cultural implica transformación siempre”.

Algunas de las acciones que tomaron las autoridades eclesiásticas españolas para facilitar la evangelización de los pueblos indígenas fue intentar separar al Xoloitzcuintle de la carga espiritual que tenía asignada. Como consecuencia de esto, la población de este animal empezó a disminuir, lo que le llevó a refugiarse en Oaxaca y Guerrero, territorios más inaccesibles para los colonizadores y que todavía se encontraban bajo control de sus pobladores originarios.

Paralelamente, María de los Dolores Olmedo, quien fue amiga y mecenas de la pintora mexicana, adoptó en su casa a una pareja de estos animales milenarios, cuya descendencia puede ser visitada hoy en días en el actual Museo Dolores Olmedo, ubicado en la alcaldía de Xochimilco.

Aunque fue hasta ese momento que se recuperó la imagen de este cánido peculiar, su presencia en México data de hace aproximadamente 7,000 años, explica el criador y estudioso de esta especie, Jorge Alvarado Granados. Por lo tanto, aunque este animal se convierta en la mascota de la Ciudad de México, la herencia cultural que acompaña al Xoloitzcuintle recorre gran parte del territorio nacional.

 

Con información de Infobae